Desde hace meses, esta Unión de Consumidores de Málaga ha dejado clara su postura ante la gestión de la pandemia por parte de todas las Administraciones, reiterando la más que urgente necesidad de la toma de medidas extraordinarias y generales para poner freno - o al menos mitigar - los destrozos que la crisis por Covid-19 está generando a todos los niveles (sanitario, económico, social, etc.).
Uno de los mayores problemas de esta pandemia es no haber sabido equilibrar el binomio economía - salud, anteponiendo en muchos casos la primera a la segunda. Sin embargo, el error de base consiste en no comprender que, sin salud, no hay economía. Ni economía ni nada más. Una sociedad enferma (saturación de la Atención Primaria, retrasos en listas de espera, intervenciones y pruebas, enfermedades no diagnosticadas, etc.) es una sociedad que no genera ingresos o puestos de trabajo.
Hemos estado, estamos y continuamos equivocándonos. La sociedad no ve una respuesta adecuada al problema, encontrándose desorientada - e incluso abandonada - en muchos momentos. Incluso la gran cantidad de información ofrecida por los medios les es dicífil de asumir. Ninguna estrategia ha funcionado. Las autoridades civiles y sanitarias no han estado a la altura y han perdido la posibilidad de organizar y controlar la expansión del virus. Son ellos los que deben hacer su trabajo, no la población general. Se sabe cómo hacer, pero no se hace. Ha pasado un año desde el inicio de la pandemia y, tras cometer una y otra vez los mismos errores, estamos en retroceso, colocando parches con medidas que sabemos que no funcionan.
Son muchas las alternativas que se han ofrecido para la organización y control de la pandemia desde el minuto uno, pero las distintas autoridades, nacionales, autonómicas y locales han preferido delegar sus responsabilidades y hacer responsable de la expansión del coronavirus a la población en su conjunto. Planes de reducción de movilidad, como los efectuados en otros países, sí han funcionado, así como los confinamientos parciales o selectivos, siempre que sean supervisados por técnicos expertos. Si la incidencia se baja al mínimo, es mucho más sencillo cortarla cuando comience a subir.
Además, toda esta situación ha fomentado la 'demonización' de ciertos sectores de la población, como los adolescentes, o del tejido empresarial, como el comercio o la restauración. Recordemos que ellos son los primeros interesados en eliminar contagios y mantener la actividad económica y los puestos de trabajo. Las cifras de paro en Málaga superan las 200000 personas desempleadas. Si quitamos la población no activa o en ERTE, ¿quién está pagando sus impuestos para soportar el sistema?
Desde el primer momento se ha aconsejado que sacaran el coronavirus de los hospitales ycentros de salud, adecuando nuevas instalaciones monogáficas para atender únicamente a los pacientes Covid. Hospitales, consultorios y puntos de vacunación deben situarse fuera de los circuitos convencionales, pero esto siempre ha caído en oídos sordos.
Ahora en los hospitales y centros de salud se está trabajando "con el enemigo en casa", además fuera de control, y se ha deteriorado la Asistencia Sanitaria hasta niveles insospechados. Continúan las consultas telefónicas y recordamos, una vez más, que el acto médico telefónico no existe, dañando seriamente la calidad del sistema de Atención Primaria.
Recuperar la asistencia del Sistema Nacional de Salud, tanto en lo público como en lo privado, costará décadas. El coronavirus ha cogido por sorpresa a una administración nacional y autonómica nueva, carente de experiencia en su más alto nivel de liderazgo y basánsadose en decisiones que han puesto en valor sus intereses políticos y electorales por encima de los individuales (personales y económicos), sin encontrar remedios efectivos ante un problema de Salud Pública que requiere soluciones globales de contención social.
El control de la pandemia no es solo únicamente un problema de médicos, enfermeros y personal sanitario. En un problema global de control y orden social y, en eso, hemos fracasado como sociedad. No pueden asumirse las cifras de cientos de fallecidos cada día como algo natural. Son, como hace dos días, casi 800 familias destrozadas. Tengamos en cuenta además que estas cifras son solo de pacientes Covid. ¿Cuántos fallecimientos se asumirán de personas enfermas de otras patologías sin diagnosticar debidamente?
La sanidad y la salud son mucho más, incluida por supuesto la economía individual y global, y habría que exigir responsabilidades. Dejemos de una ver por todas de ver la sanidad como un gasto y situémosla, junto a la inversión en ciencia, en nuestra mayor prioridad, ya que, si ese escalón de la cadena falla, como hemos podido comprobar, nada funciona.
Sin duda, la culpa de esta situación es compartida y la responsabilidad social y económica la debe liderar quien ejerce la representación. Todo no es de un extremo entre lo bueno y lo malo, pero la incompetencia sí se sitúa en este segundo rango.
Debemos también reivindicar el papel de las organizaciones de consumidores y usuarios, cuyo labor en el asesoramiento y gestión de trámites es una ayuda esencial para ciudadanos que se enfrentan a problemas que no se pueden atrasar (como suministros, telecomunicaciones, o incluso temas sanitarios).
Pero es que además nos encontramos totalmente excluidas de esta situación, ya que no se ha contado en ningún momento con nosotros como representantes de la ciudadanía. Nuestra voz no se tiene en cuenta a pesar de ser el altavoz de la opinión de la gente de la calle, de la realidad, de las inquietudes de la sociedad, y también de la mano y conocimiento diario de expertos en Salud Pública cuya única intención es aportar, como la de nuestro presidente, Jesús Burgos, o la de Antonio Benítez, enfermero gestor y máster en Salud Pública internacional por la UMA, que, tras más de 40 años de profesión, trasladan su sentimiento de impotencia ante el desmantelamiento del sistema.